Tiempo en la casa No. 61 • marzo-abril 2020
10 A los lectores de los Cuentos reunido s de Amparo Dávila, tarde o temprano los asalta una pregunta: ¿cómo pudo la autora concebir ese mundo que plasma en sus ficciones? Luis Mario Shneider uno de sus críticos más puntuales escribió: Nació en 1928 en Pinos,Zacatecas,uno de esos tantos poblados mineros mexicanos quemás parecen cuevas de fantasmas,traspasados por el viento helado,por días largos como años,por años inmensos e inmóviles como la eternidad. Ahí no se habita, ahí se inventa la vida por el único camino posible: la imaginación. Tanto se inventa, tanto se fabula que ya no es posible hallar la frontera entre la verdad y la irrealidad. Si a ello se agrega una precaria salud, una infancia solitaria, de hija única, pasada en el silencio, en la mudez, entonces la inteligencia se vuelve desquiciante. Para completar, la familia va a vivir a San Luis Potosí, y la muchacha acarrea sus espectros y va a parar a colegios de monjas. Ahí comenzó el fatalismo: descubrió la palabra escrita y la lectura perturbadora. 9 En la escuela religiosa donde cursó los primeros estudios, leyó el Cantar de los cantares y los Salmos , que darían lugar a su poesía, una poesía mística y amorosa que carga su mundo infantil, lleno de angustias, soledad y silencio; un mundo crepuscular, melancólico y provinciano. 10 En la escuela secundaria, también de monjas, leyó a Nathaniel Hawtorne, Washington Irving, Theophile Gautier y Gustavo Adolfo Béc- quer. Sobra decir que sólo destaco a los autores que formaron su mundo numinoso, el que subyace en sus cuentos de miedo. Hasta aquí he mencionado los grandes rasgos de algunos cuentos de doña Amparo. Quiero detenerme ahora en tres cuentos que merecen mayor atención, no sin antes dejar asentado que “Final de una lucha”, con el tema del doble, “Es- tocolmo tres”, con el fantasma que no es advertido por todos los presentes pero que deja prueba de su presencia con un fuerte olor de gardenias y nardos, y “El entierro”, con la confusión entre vida y muerte, son cuentos fantásticos clásicos, redondos e inobjetables. En “El huésped”, el terror se produce cuando “la cosa” deambula por un viejo caserón. El marido deja solos a su mujer, la sirvienta y los hijos de ambas. La displi- cencia del marido ante las quejas de su mujer produce el miedo que se desborda hacia el pánico por ese ser de ojos amarillentos y sin párpados, que tiene garras que dejan sangrante al hijo de la sirvienta. Cuando consuman el final de la historia nos sumen en la duda que nace porque no saben si sólo han acabado con una bestia o se han convertido en asesinas. 9 Luis Mario Shneider, Amparo Dávila. Material de Lectura , número 81, Universidad Nacional Autónoma de México (El Cuento Contemporáneo), 1991, p. 3. 10 Amparo Dávila, Poesía reunida , México, Fondo de Cultura Económica, 2011.
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