Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018
28 oportunidades de contacto fértil, nos perdemos siguiendo rastros tan contrarios a la trayectoria natural de nuestra raza”. 58 No existe duda de que Kazantzakis conoció la ya legendaria Poesía española. Antología 1915-1931 , de Gerardo Diego, que publicó en 1932 la editorial Signo en Madrid. No sólo se encuentra el volumen en la biblioteca que dejó, al lado de muchos otros libros en español, sino que al compararla con su trabajo se pone en evidencia que fue una de sus principales fuentes. Tomó de Diego el modelo organizativo, presentó las Poéticas y una semblanza de cada autor, pero realizó su propia selección y acudió a sus propias fuentes para realizarla. Además, conoció y trató a muchos de los poetas, quienes le obsequiaron sus libros y le señalaron los textos de su preferencia. Ya en su primera versión de Viajando: España en 1927 había introducido poemas de Altolaguirre, Jiménez y Diego traducidos por él. Una diferencia respecto a la antología de Diego es que Kazantzakis incluyó voces femeninas Es lamentable que Kazantzakis no hubiera pensado en recoger este material en un libro. Tan lamentable como que la propuesta no sólo de recuperar del olvido este trabajo suyo, 59 sino sus artículos periodísticos y todos sus escritos relacionados con España, hayan caído en saco roto a lo largo de muchos años, igual que nues- tra traducción editada de Viajando: España que resultó un principio vano. Ni las grandes ni las pequeñas editoriales se interesaron por el proyecto. Acaso, como le ocurrió a su autor en muchas ocasiones, ni siquiera se tomaron la molestia de leer la propuesta o, peor aún y más que probable, ésta quedó atorada en el laberinto de intereses creados a los que no son ajenos ni el mundo editorial, ni el académico. Ya se verá. Con respecto a esta parte de su obra los malos entendidos y las tergiver- saciones, que abundan, se deben sólo al desconocimiento cabal de sus ideas y convicciones. La deuda de España con Nikos Kazantzakis es enorme. Es probable que muchas de sus opiniones escuezan a muchos, pero amó a ese país y deseó como pocos que pudiera liberarse de sus lastres para brillar como lo merece en el horizonte. Al marcharse de ella a fines de 1936 sentía que la abandonaba a su suerte: “La visión de España atribuló ya mi corazón... Vi, oí, sentí cosas que no se pueden escribir y que al quedar guardadas así en el corazón lo afligen... [...] Pongamos fin a todos estos días sangrientos con los versos del gran lírico español Juan Ramón Jiménez: Saco mi esperanza, igual / que una deslumbrante joya, / de mi corazón 58 “Poesía Lírica Española Contemporánea”, en: O Kyklos , núm. 2, abril de 1933. 59 La investigación y compilación del material preparada para edición bilingüe, prologada y anotada no llegó a editarse, por causas ajenas a nosotros. Copia de ella fue depositada en el Museo Kazantzakis, que se encuentra en Myrtiá, Creta, y está a disposición de todo lector interesado.
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