Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018
27 dos generaciones, y los jóvenes y admirablemente rompedores y vitalistas Rafael Alberti, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, Con- cha Méndez y Ernestina de Champourcín y, el más destacado entre todos, Juan Ramón Jiménez, el “joven patriarca”, cuyo magisterio innegable lo convierte en estrella solitaria que supo señalar nuevos rumbos en la creación. Gracias a Kazantzakis se conoció y leyó en Grecia, acaso antes que en otros países, un precioso bagaje del que muy poco tiempo después ni siquiera la misma España podría disfrutar: Las voces de once poetas, la mayoría poco después silenciados y uno de ellos ya asesinado. Testimonios vitales de los que la España oficial prescindió durante décadas y que en Grecia dejaron hondísima huella en quienes pudieron leerlos —Odysseas Elytis,Nikos Gatsos,Nikos Engonópoulos, Stratís Tsirkas,Manolis Anagnostakis, entre muchos otros poetas—, antes de que también el olvido cubriera las páginas de la revista O Kyklos . Kazantzakis penetró a fondo en la vida cultural de la España de ese momento, conoció de cerca a creadores e intelectuales de todas las corrientes y edades. Aparte de los mencionados en páginas anteriores conoció también a Ramón de Valle In- clán, a Luis Cernuda, a Gerardo Diego, a Dámaso Alonso, a Concha de Albornoz, al marqués de la Vega Inclán, a Máximo José Khan... Su amistad con varios de ellos se conservó a través de los años. En 1938, antes de terminar la guerra hospedaría en Atenas y en Egina a Rosa Chacel y su pequeño hijo Carlos, mientras esperaban a reunirse con Pérez Rubio para partir al exilio. Rosa traduciría obra suya después y su amistad se mantendría firme. Lorca fue siempre capítulo aparte para él, desde que lo vio en el Paraninfo de la Universidad de Madrid, a fines de 1932, durante la representación de La vida es sueño , de Calderón: “Jovencísimo, de belleza gitana, inquietud y fuerza. Brillaba. Soñaba con el renacimiento espiritual de su patria, conforme a las tradiciones de su raza. [...] Lorca era de los jóvenes más potentes que tenía aquel mundo en aquel momento”. 57 Y lloró la pérdida de una de las grandes promesas de su tiempo. Nadie más alejado que Kazantzakis de las modas y de lo fácil. Su idea de insistir en el cultivo de la traducción y en buscar para Grecia opciones diferentes a las trilladas respondía a principios para él inviolables: Ofrecer sólo lo mejor. De los poetas españoles afirmó que admiraba de ellos el esfuerzo y la pasión con que trabajaban y fue así como los presentó a sus contemporáneos en Grecia. Resumió con estas palabras su interés por la poesía española de entonces: “Ali- mentados como estamos por la literatura francesa —que tan alejada se encuentra de nuestra idiosincrasia como pueblo— pasamos por alto y desconocemos las manifestaciones intelectuales de otros pueblos, mucho más afines a nosotros. De esta manera empobrecemos nuestras posibilidades creativas, perdemos 57 “Federico García Lorca. El poeta español asesinado”, en: Kathimeriní , 11 de enero de 1937.
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