Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018
23 Las bajas entre los milicianos eran numerosas y las limpiezas que realizaban las tropas de ambos bandos en cada población tomada no permitían autoengaños. Kazantakis vio los saqueos de casas, negocios e iglesias. Las ocasiones que pudo aproximarse a militares republicanos hechos prisioneros escuchó de ellos las amar- gas quejas dirigidas sobre todo a la indisciplina de los anarquistas, reacios a someterse a las normas de la contienda: “Los anarquistas nos trajeron la ruina. [...] Tenían miedo, sabe, de perder su individualidad”. 49 Igualmente, prestó oído a los relatos de los desertores, que hablaban de represalias y ejecuciones sumarias en las praderas madrileñas donde antes la gente se reunía a celebrar. Un hecho de sangre producía otros y las ansias de represalia alimentaban la máquina de la guerra. Kazantzakis anotó esta comprobación insistente: “Una característica impor- tante, común hoy a todas las ideologías y organizaciones españolas es la siguiente: El odio a la República”. “No cumplió con sus promesas”, escuchó por todas partes. “Ejército regular, falangistas, requetés, por un lado; comunistas, socialistas, anarquistas, por otro, sienten un odio desatado por la República. Consideran la con- centración del poder en manos firmes como la única salvación por ahora. A la República le atribuyen la actual anarquía y la desgracia de España —y del mundo”. 50 El periodo —“cuarenta días chorreantes de sangre”— en que cubrió la con- tienda, estrictamente hablando Kazantzakis no tuvo acceso a más noticias que las que difundían los nacionalistas, sus movimientos eran vigilados y controlados, se desplazaba temeroso de la censura, ni el correo ni las comunicaciones con Grecia eran libres. Por otro lado, en Grecia misma se había impuesto una dictadura afín a la ideología de los nacionalistas españoles. Su experiencia y cordura lo ayu- daron a pasar entre los simpatizantes franquistas como un “periodista alemán” amigo. Las condiciones volvían a la gente charlatana y él estuvo siempre dispuesto a escuchar todas las historias, sobre todo las de quienes en ese momento histórico crítico se sometían al llamado del destino: los mandos, los soldados, los voluntarios. Su única esperanza fue que de ese choque demoledor saldría un país aligerado del odio centenario. Los artículos periodísticos son superiores en todos sentidos al relato vertido en ¡Viva la Muerte! Literalmente, Kazantzakis puso el dedo en la llaga. No es difícil imaginar con qué expectación fueron leídos en el momento en que se publicaron, sobre todo la secuencia relativa a los hechos del Alcázar. Ocho artículos dedicó al menos a este capítulo decisivo del inicio de la guerra, cuyo simbolismo y peso en el desarrollo de los acontecimientos pudo medir sin engaños: “Cada vez llegan más peregrinos, el Alcázar se convierte en leyenda, fortalece y crispa el alma de 49 “Conclusiones”, en: Kathimeriní , 16 de enero de 1937. 50 “El odio a la República”, en: Kathimeriní , 12 de enero de 1937.
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