Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018
20 tiene el valor de un documento histórico y de contribución humana. La mentira, las exageraciones, el lirismo vano, todos los adornos del estilo, desentonan ante tanta amagura humana. Fui y vi, mis ojos se llenaron. Hablé con los dirigentes, viví con los soldados, entré en poblaciones arrasadas, escuché los lamentos de las mujeres enlutecidas, crucé por sobre muertos de guerra, leí las cartas que se encontraron en sus bolsillos, presencié combates terrestres y aéreos, desde las riberas del Manzanares vi a Madrid perderse. Esta guerra contiene una tragedia indescriptible. Porque todos estos hombres que, go- bernados por las necesidades de nuestra época de transición, se matan entre ellos, no son ni indiferentes ni cobardes. [...] Ahora que intento escribir, siento por entero la responsabiliad de mi testimonio. Diré lo que vi, honestamente, claramente, con imparcialidad. Porque mi intención, consciente o inconsciente, no es apoyar una u otra idea, ocultar u ponderar las he- roicidaes o los crímenes de un campo de batalla o del otro. Otra es mi intención: consignar el testimonio de lo que vi, de lo que oí, mostrarles esta herida humana abierta a la que hoy se nombra España…Y a la que quizá mañana se nombre Francia o mundo entero… 40 Kazantzakis dejó en esta sección de su libro sólo la quintaesencia de lo que vio, suprimió muchos pasajes y opiniones que sí aparecieron en el periódico Kathi- meriní y reorganizó el material para presentar el relato escueto de los hechos que presenció. Al final, resumió: “Los españoles se matan entre ellos como enemigos ancestrales. Como si se hubieran aglomerado en sus pechos siglos de rencores y venganzas; y ahora llegó el momento terrible, se lanzaron y las almas se descar- garon. [...] Seguramente intervienen también otras fuerzas oscuras, sobre todo dos: el Hambre y la Injusticia. La injusticia social es insoportable en España. [...] Pero un día se alzaron todos los ultrajados y los hambrientos y tomaron, durante las elecciones de febrero pasado, el poder. Grandes y desmesuradas esperanzas apoyaron la victoria. Pero los vencedores, que estaban unidos en tanto combatían a un enemigo común, comenzaron inmediatamente después de la victoria a atacarse entre ellos: comunistas, socialistas, anarquistas. [...] Las fuerzas contrarias centrípetas —católicos, monárquicos, militaristas, naciona- listas— se organizan; el 18 de julio estalla la Revolución. Comenzó el choque mortal.” Para concluir: “¿Quién vencerá? Quienquiera que resulte el vencedor, si quiere conservar su victoria, debe traer e imponer por lo menos dos beneficios a España: Disciplina —con violencia o por las buenas, como se pueda—, y Jus- ticia Social —que se emancipe el campesino del señor feudal y que se harte de 40 ¡Viva la Muerte! , p. 143-144.
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