Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018

Hasta afirmar con pesar, ante la visión de una país que construyó un imperio y ahora se muestra estancado: “Por aquí pasó una vez hace mucho tiempo el espíritu. Produjo acciones heroicas, grandes obras de arte, pensamientos complejos. Azotó a la perezosa y temerosa alma humana y la obligó a dar el salto. Prendió fuego a la paja que durante siglos recolectó la mente hormiga, y la llama surgió y ardió toda la tierra española. Luego, una vez que hubo cumplido con su obligación —quemar—, el espíritu se marchó, dejando tras él los rescoldos”. 26 Por fin, encuentra un punto de apoyo esperanzador: “Se sucedieron muchas generaciones. Esta esclavitud espiritual que pesaba sobre el alma española era in- soportable y no le permitía levantar cabeza. Pero una raza fuerte, aun esclavizada, labora a fondo, secretamente, y madura la liberación. Y así, con el tiempo, da a luz a su libertador —héroe o santo o las dos cosas al mismo tiempo. “Luego de muchas generaciones, España dio a luz a su libertador. Un santo. Un hombre tranquilo y benigno, un catedrático de Filosofía del Derecho de la Univer- sidad de Madrid, don Francisco Giner de los Ríos”. 27 Y continúa: “Una escuela como ésa era un verdadero milagro inesperado entre las escuelas de España, acaparadas por las órdenes religiosas”. 28 Para Kazantzakis, la reforma pedagógica fue el principio de la guerra entre las dos Españas, a las que llamó “la ideal y la real”, y no dejó de señalar que “[...] como ocurre siempre, al principio vencía la España real —con su organización, con sus leyes, con su ejército, con sus curas, con su pueblo inculto—. Pero, como siempre sucede, la Idea, cuajada de heridas y de lágrimas, avanzaba despacio [...].” 29 Y afirmó que en los grandes momentos de la historia, enemigos o amigos, aún contra su voluntad, colaboran con el instante transformador, son arrastrados por su ritmo, al que ayudan o impiden avanzar, obligando de esta manera a la acción conjunta. Una vez más, confió por carta a Eleni su preocupación de que el peligro de un estallido se aproximaba: “No sé si leyó los periódicos. La guerra se aproxima. Nunca el peligro fue tan grande. Tenemos que tener en mente esto también, dónde nos alcanzará la tormenta [...] Huele a pólvora en todas partes, en los pueblecitos más pequeños descubren fábricas de explosivos, estallan bombas y hieren a la gente, sobre todo en Andalucía. Pero la Ciudad Universitaria es maravillosa, los estudiantes son todo vida y entusiasmo, una España nueva lucha por romper sus ataduras y librarse de los monárquicos y de los anarquistas...”. 30 26 Op. cit. , p. 31. 27 Idem , p. 46. 28 Ibid , p. 47 29 Ibidem . 30 El disidente , carta fechada en Madrid, el 13 de marzo de 1933, p. 334-335.

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