Tiempo en la casa No. 47-48. Diciembre 2017 - enero 2018
14 artículos periodísticos. Los autores que cita incluso ahora no han sido traducidos en su mayoría al griego. Kazantzakis los conoció en ediciones originales y los citó textualmente o los parafraseó, resumió o comentó, según sus necesidades. Por lo general no hizo mención a las obras concretas, a veces ni siquiera al autor, porque lo que le interesaba no era presentar un trabajo erudito, sino la imagen fiel y viva de una país del que escribió a su regreso: “Nadie podrá juzgar jamás el momento histórico actual de España ni beneficiarse de su tentativa si no conoce bien la fértil y febril fermentación del alma española durante los últimos treinta años”. En la versión definitiva decidió suprimir muchas de las observaciones realizadas en la primera edición. Entre la España bajo la dictadura de Primo de Rivera, que sirvió de fondo a la versión de 1927, y la España de la Segunda República, que fue su marco de referencia en la versión definitiva, existían ya muchas diferencias. A Kazantzakis le había llamado poderosamente la atención la actitud indiferente y abúlica de la población sometida a la dictadura en su primer viaje. La paz que había traído el autoritarismo de los militares parecía haber calado hondo en la bulliciosa alma hispana. La juventud derrengada en los cafés parecía satisfecha del orden impuesto por el régimen de excepción. Los escritores, los poetas, aún no daban muestras de la creatividad que se pondría de manifiesto al cabo de pocos meses. Todavía predominaba el clima que había producido la catástrofe de 1898, la tendencia a la reflexión y la teorización entre escritores e intelectuales. Por el contrario, en 1933, aunque la fiebre no se había declarado aún, la transfor- mación reptaba ya en la sociedad y Kazantzakis testificó la polaridad que comenzaba a apoderarse peligrosamente de todos los sectores de la vida diaria. La primera versión de España se apega bastante a los artículos periodísticos. En general, en ella Kazantzakis sólo limó las imperfecciones, pero dejó viva la inmediatez de sus impresiones. Por el contrario, la versión de 1933 es mucho más cuidada, más elaborada y también más amplia, más honda y más compleja. En ella suprimió todo lo relacionado con la España de Primo de Rivera, la actualidad era ya otra y Kazan- zakis optó por presentar los aciertos de la República y ahondar en la imagen de un país que comenzaba a atraer la atención mundial. Hizo el encomio del presidente Manuel Azaña, pero no dejó de expresar su escepticismo porque, a su juicio, el país no estaba preparado para los cambios. Kazantzakis ahondó sobre todo en la historia del país y en el año simbólico de 1898, leyó y trazó las semblanzas de la personalidad y la obra de los grandes “profe- tas” nacionales: Joaquín Costa, Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset. Y su conclusión fue que ninguna de estas voces se impondría sobre las otras, que la renovación del país se conseguiría sólo si se armonizaban todas estas teorías que, si bien brotaban “de la entraña de la rica y compleja alma española”, cada una re- presentaba no más que un fragmento de la problemática que la colectividad entera estaba llamada a resolver.
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